La tragedia de Rubén Espinosa ¿Negligencia de Beto Silva?
• El Cisne siendo titular de comunicación social del gobierno duartista nunca defendió a los periodistas veracruzanos ni mucho menos se atrevía a mencionarle el tema a su amigo el ex gobernador Javier Duarte.
El paso de Alberto Silva Ramos por la Coordinación General de Comunicación Social en el gobierno de Javier Duarte estuvo marcado por el manejo turbio de los recursos y la utilización de la estructura oficial para hacer mil negocios, asunto grave del que no hubo consecuencias para él y sus cómplices, pero eso no fue tan duro y lamentable como el que se le haya involucrado en otro relacionado con la vida y la seguridad de los periodistas y reporteros como el caso específico de Rubén Espinosa.
Todas las referencias apuntan a la portada del número 1946 de la revista Proceso, publicada en febrero de 2014 y cooptada por un ejército de empleados gubernamentales que no permitieron que llegara a manos de los lectores de Xalapa y Veracruz. El autor de la foto que enfureció al mandatario en turno, Rubén Espinosa, cuyo homicidio, desde las incontables voces que convergían, manchaba aquella administración estatal, ya muy cuestionada y desprestigiada donde Beto Silva desde la titularidad comunicación social del gobierno duartista nomás no decía nada ni mucho menos le llevaba la contraria a su amigo Javier Duarte por defender a los periodistas veracruzanos.
Fue el sexenio donde los comunicadores manifestaban su desconfianza y temor. Casos de persecución y acoso como el de Rubén eran cada vez más frecuentes. No sólo no se sentían protegidos por el gobierno estatal, sino por lo contrario, multiplicaban las denuncias de hostigamiento de parte de instancias oficiales. Eso fue lo que provocó el exilio de Rubén, quien, a los pocos días, apareció sin vida en una vivienda de la colonia Narvarte en la ciudad de México.
Desde allá, acusó a las autoridades de entonces de propiciar ese clima de inseguridad y zozobra en Veracruz, que lo alcanzó hasta acabar con él de la manera más inhumana. La noticia exacerbó los ánimos entre los reporteros del estado, que exigían justicia para el compañero, el amigo, el hermano, el artista, el inconforme, el rebelde, el que no se alineó, el que una noche corrió por las calles de Xalapa perseguido por policías que iban tras él y sus fotografías.
Y evocaban también a Regina Martínez recordando la portada de Proceso, sintiendo miedo, pánico y terror. Nunca pudieron volver a sentirse seguros en las calles. Nunca volvieron a sentirse protegidos. No volvieron a sentirse orgullosos de su trabajo, como Rubén se sintió orgulloso de la portada de Proceso. Algunos más tuvieron que callar en contra de su voluntad. A otros los callaron. Una tragedia con efectos expansivos.
El caso de Rubén quedó en el olvido. Una especie de amnesia selectiva se apodera de los ciudadanos, que vuelven a creer en los políticos, no importa la cauda que arrastran, no importa su pasado ominoso, oscuro, siniestro, perverso. Son los ciudadanos quienes eligen a sus autoridades, pero nadie ve en las actuales campañas políticas ni en las candidaturas una afrenta a la dignidad de los votantes.